¿Qué
problemas de salud tienen los adolescentes y qué cabe hacer para prevenirlos y
responder a ellos?
Salud mental
Muchos problemas de salud mental surgen al término de la infancia y
principios de la adolescencia. El hecho de potenciar la sociabilidad, la
capacidad para resolver problemas y la confianza en uno mismo ayuda a prevenir
problemas de salud mental como los trastornos del comportamiento, la ansiedad,
la depresión o los trastornos ligados a la comida, junto con otras conductas de
riesgo como las ligadas a la vida sexual, el consumo de sustancias o las
actitudes violentas. Los profesionales de la salud deben contar con las
competencias necesarias para relacionarse con gente joven, detectar con
prontitud problemas de salud mental y proponer tratamientos que incluyan asesoramiento,
terapia congnitiva conductual y, cuando convenga, medicación psicotrópica.
Consumo de sustancias
Además de las leyes que restringen la
disponibilidad de sustancias ilícitas, tabaco y alcohol, las intervenciones
para reducir la demanda de tales productos generan condiciones más propicias a
un desarrollo saludable. Para que los adolescentes estén menos predispuestos a
consumir sustancias es eficaz informarlos de los peligros que ello entraña y
capacitarlos para resistir a las presiones de los amigos y manejar el estrés de
forma sana.
Violencia
Los programas de desarrollo social y preparación
para la vida cotidiana dirigidos a niños y adolescentes son importantes para
reducir los comportamientos violentos. También resulta eficaz prestar apoyo a
padres y profesores para que enseñen a los jóvenes a resolver problemas y sepan
imponer la disciplina sin recurrir a la violencia. Cuando de todos modos ésta
aparece, las medidas para lograr que los sistemas de salud estén más atentos a
la cuestión y que sus profesionales actúen con mayor empatía y competencia
pueden ayudar a que los adolescentes que son objeto de violencia (comprendida
la sexual) sean atendidos y tratados con eficacia a la par que delicadeza. Un
continuo apoyo psicológico y social puede ayudar a esos adolescentes a
desactivar los efectos psicológicos que a largo plazo engendra la violencia y
reduce la probabilidad de que ellos, a su vez, la perpetúen en el futuro.
Traumatismos involuntarios
Para proteger la salud de los adolescentes es
importante encontrar fórmulas para reducir las colisiones en las vías de
tránsito y los graves traumatismos que provocan. Entre ellas figuran las
siguientes:
- hacer
cumplir las limitaciones de velocidad;
- combinar
acciones pedagógicas con medidas legislativas para promover el uso del
cinturón de seguridad (y el casco) y prevenir la conducción bajo los
efectos del alcohol u otras sustancias psicoactivas;
- proponer
alternativas a la conducción, incrementando la disponibilidad y seguridad
de medios de transporte público baratos.
Las medidas destinadas a generar un entorno más
seguro y a enseñar a los niños y adolescentes a evitar caídas, quemaduras y
ahogamientos pueden reducir las probabilidades de que se produzcan este tipo de
accidentes. Cuando alguien resulta herido, el rápido acceso a una atención
traumatológica eficaz puede salvarle la vida.
Nutrición
La malnutrición crónica en los primeros años de
vida provoca frecuentes retrasos del crecimiento y afecta a la persona, tanto
sanitaria como socialmente, durante toda su vida. Aunque la mejor prevención
empieza en la niñez, la adopción de medidas para mejorar el acceso a los
alimentos también sería beneficiosa para los adolescentes. La anemia es uno de
los principales problemas de origen nutricional que afecta a las chicas.
Prevenir embarazos precoces y mejorar el estado de nutrición de las niñas antes
de que queden embarazadas podría reducir la mortalidad materna e infantil y
ayudar a romper el círculo vicioso de la malnutrición intergeneracional. Ello
requiere no sólo mejorar el acceso a alimentos nutritivos y a suplementos de
micronutrientes, sino también, en muchos sitios, prevenir las infecciones. La
adolescencia es un buen momento para adquirir hábitos saludables de
alimentación y ejercicio, que pueden contribuir al bienestar físico y
psicológico durante ese periodo, y para reducir la probabilidad de que en la
edad adulta aparezcan enfermedades crónicas relacionadas con la nutrición.
Promover modos de vida sanos también es fundamental para atajar la rápida
progresión de la epidemia de obesidad.
Salud sexual y reproductiva
Los programas para impartir a los adolescentes
educación sobre salud sexual y reproductiva deben ir combinados con otros
programas que los inciten a aplicar lo aprendido en su vida cotidiana, y
también con medidas para que accedan fácilmente a cualquier servicio de salud
preventiva o curativa que necesiten y sean atendidos por personal sanitario
competente y comprensivo. Para combatir la coacción sexual en la adolescencia hay
que actuar a varios niveles. Conviene promulgar y aplicar enérgicamente leyes
que castiguen con dureza estos delitos y movilizar a la opinión pública para
que ejerza una intransigencia feroz ante semejantes actos. Conviene asimismo
proteger a las niñas y mujeres del acoso y la coacción sexuales en
establecimientos educativos, lugares de trabajo y otros escenarios de la vida
en comunidad.
Para prevenir embarazos precoces puede ser
necesario promulgar y hacer cumplir leyes que fijen una edad mínima para el matrimonio
y tratar de mentalizar a familias y comunidades para que concedan a las niñas
el tiempo necesario para crecer y desarrollarse, dejar atrás la niñez y llegar
a ser mujeres antes de convertirse en esposas y madres. Junto con ello, los
servicios de salud deben estar preparados para prestar la necesaria atención
prenatal a las adolescentes embarazadas o practicar abortos en condiciones
seguras cuando la ley lo permita. Prestar una atención eficaz durante el
embarazo es importante para asegurar la supervivencia de la madre y el bebé y
prevenir problemas como las fístulas.
VIH
El riesgo de que una persona joven resulte
infectada por el VIH guarda estrecha relación con la edad de la iniciación
sexual. Las medidas de prevención en la gente joven apuntan, entre otros
objetivos básicos, a evitar el coito y a retrasar el inicio de la vida sexual
activa. En el caso de los jóvenes sexualmente activos, es fundamental que
reduzcan el número de parejas sexuales y que tengan más facilidad para acceder
y utilizar servicios integrados de prevención, lo que comprende tanto la
educación como el suministro de preservativos. Los programas en la materia
deberían servir también para prevenir otros comportamientos peligrosos para la
salud, como el consumo de sustancias, y para intervenir rápidamente cuando se
produzcan. Los jóvenes deben tener a su disposición servicios accesibles y
adecuados de detección del VIH. Los jóvenes con VIH necesitan servicios de
tratamiento, atención, apoyo y prevención positiva. Es preciso recabar la
participación de jóvenes con el VIH a la hora de planificar y prestar todo
servicio relacionado con el VIH dirigido a la población joven.
http://www.who.int/maternal_child_adolescent/topics/adolescence/dev/es/index.html
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