Entrevista a Diego Golombek
"Hoy ha cambiado la mirada de los jóvenes hacia la ciencia"
EducaRed Argentina
El
biólogo y comunicador científico se refirió a la importancia de
divulgar ciencia y aseguró que el arquetipo del científico actual en la
Argentina "es más humano".
Doctor
en biología, profesor titular de la Universidad Nacional de Quilmes e
investigador principal del CONICET, Diego Golombek es también un
reconocido comunicador que viene trabajando desde ya varios años en
acercar la ciencia al público masivo. En televisión, participó de
“Científicos Industria Argentina”, fue asesor científico del programa
“La Fábrica” de Discovery Channel y actualmente conduce “Proyecto G”
por canal Encuentro. Desde 2003 es uno de los directores de “Expedición
Ciencia”, un programa de enseñanza de las ciencias que tiene por
objetivo promover la educación científica a través de propuestas que
fomenten el pensamiento crítico, la creatividad y la igualdad de
oportunidades. En esta entrevista, Golombek nos brinda su impresión
sobre Tecnópolis, habla del rol de la ciencia en el país y explica la
nueva atracción que sienten los jóvenes argentinos por la labor
científica.
¿Qué sensación le genera una feria como Tecnópolis?
Es fantástico, realmente. Es algo bastante increíble que esté sucediendo y lo más increíble, por un lado, es ver cómo se juntaron distintas instituciones del Estado para armar algo inédito y, por el otro, la respuesta de la gente. Tecnópolis es un evento súper inclusivo porque es para distintas edades, para gente de distintos niveles sociales, así que realmente es algo muy increíble que se haya dado. Y si bien es un hecho maravilloso, creo que no está fuera de un contexto en el cual ha cambiado la visión de la ciencia tanto desde el Estado como desde la sociedad. El Estado en cierta forma, desde hace ya varios años, viene no solamente apoyando a la ciencia sino apoyándose en la ciencia, porque la ciencia es necesaria para la toma de decisiones, para el desarrollo del país.
Es fantástico, realmente. Es algo bastante increíble que esté sucediendo y lo más increíble, por un lado, es ver cómo se juntaron distintas instituciones del Estado para armar algo inédito y, por el otro, la respuesta de la gente. Tecnópolis es un evento súper inclusivo porque es para distintas edades, para gente de distintos niveles sociales, así que realmente es algo muy increíble que se haya dado. Y si bien es un hecho maravilloso, creo que no está fuera de un contexto en el cual ha cambiado la visión de la ciencia tanto desde el Estado como desde la sociedad. El Estado en cierta forma, desde hace ya varios años, viene no solamente apoyando a la ciencia sino apoyándose en la ciencia, porque la ciencia es necesaria para la toma de decisiones, para el desarrollo del país.
Y
la sociedad, que siempre tuvo una mirada bastante benévola hacia los
científicos argentinos, una mirada más compasiva, como si dijeran:
“pobrecitos, hacen lo que se les canta, hacen lo que quieren pero no
ganan un mango, nadie les da mucha bola”; ahora ha cambiado. Sigue
siendo benévola esa mirada pero ahora es incluso más utilitaria, en el
sentido de que necesitamos ciencia y tecnología para avanzar y para
decidir las cosas que nos pasan por arriba: contaminación, energía. Y
el hecho de que Tecnópolis sea planteado como un parque temático de
ciencia y tecnología es adecuado porque así la gente se interesa y en
el medio, de contrabando, recibe un montón de ciencia.
Desde
el punto de vista de la divulgación, ¿cuáles son los problemas
habituales con los que se encuentra la ciencia a la hora de llegar a un
público más amplio?
Son
varias cuestiones. En principio, cuando la gente divulga ciencia, hace
un libro de divulgación científica o hace un programa de televisión de
divulgación científica, se pone el cassette de la ciencia; ese cassette
de hablar difícil, de que no me tergiversen nada de lo que digo. Y lo
cierto es que cuando uno hace un libro de divulgación científica, hace
un libro para que la gente lo lea. Lo mismo cuando hace un programa de
televisión de divulgación científica: hace un programa de televisión
con todos los recursos que los formatos le permiten y eso es algo que
no se ha hecho mucho en general.
Por
otro lado, el problema principal no es tanto de divulgación, y que en
todo caso es un complemento, sino de educación. La educación básica en
ciencias es realmente deficiente. En la primaria casi no hay ciencia,
hay muy pocas horas realmente, porque se considera que la primaria es
para otra cosa, para aprender a leer, escribir, sumar y restar, y por
ahí un poquito de historia y geografía, y en la secundaria todavía se
abusa de las clases magistrales, del definir, del “hoy vamos a hablar
de tal cosa”, en lugar de crear ciencia, de hacer un proceso por
indagación, en el cual los chicos puedan sacar a flote sus preguntas.
Si está la base de la educación, entonces la divulgación puede servir
como un excelente complemento, pero nunca la puede reemplazar, es
irreemplazable la educación básica.
Y
otro problema es que la corporación de los científicos siempre ha sido
bastante reacia a participar de actividades de divulgación, incluso en
términos históricos, porque los próceres de la ciencia argentina, los
premios Nobel, creían que esto era una pérdida de tiempo básicamente. Y
además no nos evalúan por hacer eso, no nos evalúan por divulgar, nos
evalúan por producir ciencia y está muy bien que así sea, pero si no
tenés ningún rengloncito en tus informes de evaluación para decir,
“bueno, y además estuve haciendo tal cosa en la tele, en un libro o en
una escuela”, sentís también que es un poquito una pérdida de tiempo,
porque te resta puntos claramente hacerlo. Entonces todas estas
cuestiones conspiran para que, hasta hace muy poco tiempo, casi no
hubiera habido una actividad relativamente masiva de divulgación de la
ciencia por parte de los científicos y de los periodistas científicos
que se han profesionalizado en los últimos años.
¿Y cuál debería ser el rol del Estado en esta divulgación? ¿Es su responsabilidad llevar la ciencia al público masivo?
Sí,
claro. Esto debe hacerlo el Estado por una razón muy sencilla. En
Argentina, salvo excepciones que son relativamente pocas, algunas de
las cuales también están presentes en Tecnópolis, la ciencia se hace
desde el Estado. La ciencia se hace en las universidades públicas, en
las instituciones como el CONICET, la CNEA, el Instituto Antártico o
varios etcéteras, que son instituciones del Estado, por tanto la
responsabilidad de contar eso es del Estado y de los científicos que
participan en estas instituciones. Porque la ciencia no es ciencia
hasta que no se comunica, hasta que no se cuenta. Incluso es una forma
de hacer ciencia aplicada, entre comillas, porque a nosotros nos pagan
los impuestos, estamos en el sistema público, y no muchos hacemos
vacunas o diseñamos puentes o hacemos lo que se conoce como
aplicaciones de la ciencia. Entonces contarlo es también compartirlo
con la sociedad que nos está pagando y permitiendo hacerlo. Digamos
que, de algún modo, es una especie de rendición de cuentas. Y aunque no
sea responsabilidad exclusiva del Estado, porque hay entes
profesionales de comunicación de la ciencia, periodistas, medios de
comunicación, etcétera, el Estado tiene un rol indelegable y,
últimamente, se está haciendo cargo de este rol.
¿Debe ser una política de Estado la divulgación de la ciencia?
Por
supuesto. Hoy lamentablemente debo decir que este buen momento que está
atravesando la ciencia y la tecnología no es una acción de lobby de los
científicos, ya que si bien hemos hecho lobby y hemos tratado de
hacernos escuchar, esto es claramente una acción política de gobierno,
que realmente ha cambiado la relación del Estado con la ciencia y con
los científicos a partir de hechos simbólicos y hechos concretos. Los
hechos simbólicos son, por ejemplo, la creación de un ministerio. Eso
simbólicamente es impresionante porque en los papeles te pone a la
ciencia en el mismo nivel que otras áreas del Estado tremendamente
importantes como la educación, la salud, la economía, la defensa.
Después está lo concreto, hay que llenar esos símbolos, y de hecho hay
elementos que los van llenando, los salarios han cambiado, los
subsidios han cambiado, hay una cierta política científica, uno puede
coincidir más o menos, pero hay una política científica y la política
se traduce en distribuir recursos.
El
ministerio actual está dando señales muy fuertes de que quiere ir hacia
cuestiones de desarrollo, de tecnología, de innovación, cuando la
ciencia argentina siempre se destacó por aspectos básicos, nosotros
somos muy fuertes en aspectos básicos y somos un poco remolones, nos
cuesta pensar o cambiar el switch hacia una cosa de
aplicaciones en general, hay maravillosas excepciones a esto, por
supuesto, pero falta todavía que los empresarios se convenzan también
de que es una buena inversión mirar un poco hacia adelante y hacer
investigación y desarrollo porque después vas a ser pionero en algo que
va a ser patentado, licenciado y eventualmente va a generar recursos.
Para eso falta un poco aunque también hay señales del ministerio en
términos de intentar incentivar al sector privado que también es
remolón en estos aspectos.
¿Cómo
fue su experiencia al momento de iniciar sus estudios universitarios y
cómo cree que enfrenta hoy su vocación un joven que quiere dedicarse a
la ciencia o a la tecnología?
Bueno,
yo no era un niño muy científico que digamos. No era un niño
naturalista que iba a cazar mariposas con la red o a observar hormigas
con la lupa en el patio. De hecho mi vocación es bastante tardía.
Cuando entré a la universidad no tenía idea de por qué entraba porque
yo me volcaba mucho más hacia cuestiones humanísticas, que recién ahora
se cierran con la comunicación de la ciencia, ahí puedo meter todo,
puedo meter la literatura, el teatro, la música y la ciencia. Igual es
fascinante. Una vez que entrás a la Facultad de Ciencias Exactas te
deslumbra el ambiente, te deslumbran tus compañeros, tus profesores,
los investigadores y finalmente termina siendo maravilloso. Pero lo que
es cierto es que el arquetipo del científico de esa época, era en todo
caso un arquetipo que estaba muy lejos, que cada tanto aparecía en los
medios o aparecía hablando con acento francés si era Cousteau o con
acento yanqui o alemán si eran películas de Hollywood, básicamente. No
era un arquetipo muy cercano, no era el tipo que vos te vas a encontrar
comiendo un choripán o en la tele hablando de otras cosas, o en los
diarios, eso ha cambiado me parece.
Para
los más jóvenes el arquetipo del científico es más humano, es más
cercano, puede ser un pibe que tiene rastas si va a escuchar un
concierto de rock y lo tiene ahí al lado pero trabaja de científico,
dedica su vida a la ciencia pero tiene los mismos intereses como joven
que otro que tiene al lado. Eso me parece que ha cambiado para bien,
porque todavía existe el prejuicio de que los científicos son otra
tribu, otra raza, que no se les entiende nada, que son mártires de la
ciencia. Eso está cambiando un poquito. Todavía está esta idea de “no,
a mí interesa la ciencia pero no voy a seguir una carrera científica
porque están todos locos o me voy a morir de hambre o no voy a
encontrar trabajo”, y está la errónea idea de que si voy a una carrera
tradicional, económicas, derecho, medicina, bueno, por ahí no es lo que
más me gusta, pero me va a ir bien y voy a tener trabajo. Y es mentira,
las dos cosas son mentiras. En este momento hay salida laboral para los
científicos, hay mucho por mejorar, hay mucho por hacer, no digo que
estemos en un paraíso, pero en términos relativos me parece que ha
cambiado mucho el esquema del científico y la mirada de los jóvenes
hacia la ciencia.
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